martes, 22 de mayo de 2007

Eurovisión: ¿Política o espectáculo?



Recientemente se ha celebrado uno de los acontecimientos musicales más importantes que se llevan acabo en Europa desde hace decenas de años, dicho acontecimiento no es otro que el Festival de Eurovisión. Este festival cuenta tanto con un gran número de seguidores, como de detractores, que no dudan en criticar ferozmente la política de elección de los participantes, así como la designación de los ganadores.

Eurovision Song Contest era el nombre original de este concurso, que nació hace casi medio siglo, exactamente en el año 1956 y desde entonces nos ha acompañado año tras año, colándose en casa a través de nuestra TV para mostrarnos el panorama musical europeo. El Festival de Eurovisión ha dado a conocer a artistas como ABBA o Céline Dion, ha consagrado a figuras como Sergio Dalma, David Civera o las Azúcar Moreno, ha convertido en míticas las canciones de Julio Iglesias, Karina, Raphael... ¿Quién no recuerda el "lalalá" de Massiel o los pies descalzos de Remedios Amaya? El 2002 abrió una nueva etapa en Eurovisión gracias a Operación Triunfo. Rosa fue la primera alumna de la Academia en acudir al festival.

En el festival participan más de 30 países, que se van eliminando hasta llegar a la cifra de 24, que pelean en la gala final por el titulo de ganador del concurso. Cada país tiene su propio sistema de elección de los participantes, en España concretamente se lleva a cabo un concurso al que se presentan artistas desconocidos, y son los televidentes del programa los que eligen a nuestro representante final, este año ese privilegio recayó sobre el grupo D`NASH, que se presento con la canción “I love you mi vida”. Dicho grupo está formado por cuatro cantantes (si se les puede llamar así), al más puro estilo “Backstreet Boys” a la española, con la dosis de cutrez que esto conlleva. Ni que decir tiene que quedamos en los últimos puestos, concretamente en el 20º, y que la ganadora del certamen fue este año Serbia con la canción “Moltiva” de Marija Serifovic.

Son precisamente las votaciones y la elección de los ganadores lo que más polémica suscita año tras año. El concurso, en nuestra opinión, se ha convertido en una gala en la que brillan única y exclusivamente los países del este de Europa, que se reparten cada año los premios de ganadores, dejando a los países occidentales como España, Francia, Gran Bretaña, Alemania, etc.., como simples espectadores de lo que allí acontece. Este año concretamente, las 15 primeras posiciones fueron ocupadas por países del Este de Europa, dejando claro el monopolio que ejercen en el concurso. Uno de los miembros del grupo español denunció esta situación y definió el concurso como “El festival de los países del Este”. El certamen se celebró en Finlandia (país ganador el año pasado), y contó con una audiencia millonaria, de más de 150 millones de espectadores, lo que supone un escaparate único para cualquier artista, de ahí que muchos países lo tomen como un escenario de protesta y reivindicación.

Todos estos datos hacen que se planteen varias preguntas sobre la validez y la honestidad del concurso, ¿Las votaciones telefónicas de los espectadores atienden más a afinidades políticas, religiosas y étnicas que a criterios artísticos?, ¿Está el Festival de Eurovisión desvirtuado?, ¿Gana quien realmente lo merece?, etc.
La opinión unánime de los componentes de nuestro grupo es que el Festival de Eurovisión ha ido perdiendo año tras año la esencia y los valores con los que empezó hace ya más de 50 años. En un principio, se votaba con criterios única y exclusivamente artísticos, por la voz del cantante, la letra de la canción o la música, de ahí que salieran artistas que hoy son mundialmente reconocidos, como los mencionados anteriormente: Julio Iglesias, Céline Dion , etc. Hoy en día todo esto ha cambiado y los criterios de votación son más políticos que artísticos, dejando a un lado la validez de una canción o de un artista en concreto, que ve como su sueño de hacerse un hueco en el mundo de la música se desvanece por la total subjetividad que rodea al concurso. Las votaciones ya están claras desde el principio, y los países vecinos se votan unos a otros aunque sepan que la canción en sí sea de las peores del certamen, todo vale con tal de asegurarse los votos de otro país. Al ser el 80% países del Noroeste de Europa ya está “todo el pescado vendido”, y mientras tanto, los países occidentales esperan un voto que nunca llega. No es menos cierto que en el caso de España no deberíamos quejarnos mucho, puesto que llevar a un grupo como D` NASH dice muy poco de todos los telespectadores que votaron para que ellos nos representaran, pero al fin y al cabo es lo de menos, porque ni llevando a nuestros artistas más conocidos mundialmente como pueda ser Alejandro Sanz, pasaríamos de los últimos puestos de la clasificación.

Para concluir nos gustaría decir que no creemos que esta tendencia cambie, es más, ira en aumento año tras año, consiguiendo que Eurovisión sea un concurso de unos pocos, abocándolo a su desaparición, cosa que por otro lado no veríamos mal, porque ver espectáculos tan lamentables como el de este año, salvo 2 o 3 canciones, las demás eran ridículas (incluida la nuestra por supuesto), es algo que no recomendamos a nadie, aunque las televisiones se froten las manos pensando en las llamadas y en los miles de mensajes que recibirán el próximo año para elegir a nuestro próximo representante.

lunes, 14 de mayo de 2007

¡'Papá' quiero ser artista!


Los niños prodigio existen desde mucho antes que nosotros (los componentes de medios musicales) hubiésemos nacido. Crecimos viendo las películas de Marisol, aquélla niña rubia de ojos azules que nos hizo cantar a todos ‘la vida es una tómbola, tom- tom- tómbola’. ¿Y quién no recuerda a Joselito y a los doce cascabeles de su caballo? Y así podemos nombrar a infinidad de niños que a muy temprana edad se convirtieron en artistas.
Hoy, hemos cambiado los cascabeles de Joselito por los pompones de María Figueroa, esa pequeña malagueña de cuatro años (¿o ya son cinco o seis años?) que se desenvuelve en el plató de Juan y Medio como ‘Pedro por su casa’.
Hace pocos días encontramos a la María Figueroa de Rumanía, se llama Cleopatra Stratan y tiene tan sólo cuatro añitos, aunque lleva desde los tres destacando en el mundo del artisteo y la parafernalia, gracias al impulso de su padre, rockero conocido en su país.

El fenómeno ‘Cleopatra’ supera con creces a cualquiera de los niños prodigio que poseemos en nuestro actual panorama musical. Esta pequeña rumana ha conseguido llevar su canción ‘Ghita’ al primer puesto de las listas de ventas de su país, y además de ser la niña más pequeña en grabar un disco, ha ganado tres premios MTV Rumanía, el de mejor canción, mejor álbum, y el de artista revelación. Todo un récord en el panorama musical, así como un fenómeno que ha movilizado a millones de seguidores a través de la publicación de su videoclip en Youtube. Éste ha sido visto por más de millón y medio de internautas de todo el mundo, y su disco supera las 250.000 copias en Rumanía. La máquina de hacer dinero no tiene freno ninguno, Cleopatra cobra 1.000 euros por cada canción que canta en un concierto, cuando el salario medio de su país ronda los 300 euros, ¡que se dice pronto!

A raíz de la aparición de la pequeña Cleopatra, varias reflexiones nos rondan en la cabeza. Queremos plantear distintos puntos de vista sobre el fenómeno de ‘los niños artistas’ y la cabida que dan los medios musicales a éstos.
Por un lado, apoyamos el hecho de que los niños dediquen parte de su tiempo a la música, que graben discos y videoclips, e incluso que aparezcan en televisión, siempre y cuando sea en programas con contenido infantil o dirigido a un público joven, y mientras que esta faceta no se convierta en explotación comercial por parte de los padres. Lo más importante es que al niño en cuestión le guste lo que está haciendo y que no se sienta ni presionado ni obligado. Y si además se le inculca que tiene que compaginar su faceta artística con su formación académica, así como vivir una infancia ‘normal’, estamos de acuerdo con la aparición de los ‘niños artistas’.
Bien es cierto que en el momento en el que un niño se convierte en cantante y por consiguiente en fenómeno mediático, los medios son los primeros en intentar lucrarse y beneficiarse de ésto. No queremos entrar a juzgar moralmente este punto, puesto que somos conscientes de que nos encontramos en una sociedad en la que el dinero lo mueve todo. Mientras que los medios musicales respeten la infancia del niño, y se le promocione sin sobrepasar ciertos límites, no nos parece desorbitado que los medios apoyen a estos pequeños cantantes.

Y por otro lado, con la aparición de estos niños artistas nos planteamos hasta qué punto lo que prima en los medios es la música ‘espectáculo y entretenimiento’ por encima de la calidad musical y artística (en su sentido estricto). ¿Acaso con tan sólo cuatro años puede tener la pequeña Cleopatra las cualidades musicales desarrolladas? Con tres años grabó un disco íntegro suyo, cuando hay niños que con esa edad aún no tienen ni siquiera bien desarrollado el lenguaje. “¡Pompón, pompón, yo tengo mi pompón!”; así nos venden la imagen de una niña de cinco años cuyo vestuario está acompañado de llamativos pompones rosas a modo de coletero, de pendientes, de anillo, etc., y llega un punto en el que tenemos a la niña del pompón hasta en la sopa. La música pierde en calidad y gana en entretenimiento y ‘arte’ (en el sentido de ‘humor’ y espectáculo). La responsabilidad de este fenómeno no corresponde por completo a los medios de comunicación, ya que somos nosotros los que consumimos este tipo de música, comprando los discos de estos niños, y visualizando sus videoclips por Internet.

Finalmente, para concluir nos preguntamos ¿qué razón nos lleva a este tipo de consumo musical? La respuesta es: el entretenimiento y la ‘gracia’ que nos hace ver a un pequeño de cuatro años, la edad graciosa por excelencia, cantando, bailando, y creando espectáculo gracias a su desparpajo y a la parafernalia que le rodea. Los espectadores somos los primeros en fomentar este movimiento musical, y después, son los medios de comunicación los encargados de la explotación y promoción, en muchas ocasiones exagerada y rallante, de estos jóvenes cantantes, a los que, además, se les paga cantidades desorbitadas de dinero que no están compensadas por su condición de niños. Al fin y al cabo, para estos pequeños el mundo de la música no deja de ser un juego divertido en el que cantan, bailan y disfrutan mientras todos les reímos la gracia.

lunes, 7 de mayo de 2007

Medios de ¿Comunicación?

En las últimas semanas han corrido ríos de tinta y han proliferado los espacios radiofónicos y televisivos que han tratado la que seguramente es la noticia con más repercusión mediática de los últimos meses: la matanza de más de treinta personas en la universidad de Virginia, en los Estados Unidos. Podemos relacionar este hecho con los medios desde distintos puntos de vista:

De una parte, la tan traída y llevada cuestión de la presencia de la violencia en los medios de comunicación, en forma de series de televisión, dibujos animados, películas, videojuegos, etc., que muchos consideran como un problema y una de las causas de la violencia entre los jóvenes y en la sociedad en general; pero que también podría considerarse como un reflejo de la violencia presente en las sociedades actuales, es decir, que no son una causa de esta violencia en la sociedad sino más bien consecuencia de la misma.

Por otra parte, y no menos importante, la repercusión que se da en los medios a este tipo de hechos, que es mucha, y que parece ir cada vez en aumento.

Desde nuestro grupo, nos gustaría reflexionar brevemente sobre ambos aspectos. En cuanto a los contenidos violentos de los medios que pueden considerarse como una causa de ciertos comportamientos sociales, es innegable que son excesivos y en muchas ocasiones inadecuados al horario en que se emiten o incluso al público al que expresamente van dirigidos. Todos tenemos en la cabeza numerosas series de dibujos animados de constantes luchas que, por su estilo y por el horario en que son emitidas, van evidentemente dirigidas al público infantil. Como ejemplo paradigmático citaremos la archiconocida Bola de Dragón. Y no sólo son las series de animación, sino otras muchas emisiones que en nuestra opinión no resultan del todo saludables para ningún tipo de público, pero mucho menos para los niños, que tienen a su alcance perfectamente una película de Van Damme en horario protegido y que les puede ser ofrecida incluso por la televisión pública. Sin embargo, no podemos cargar a los medios con toda esta responsabilidad, ya que los padres deberían ser mucho más conscientes y responsables de lo que ven sus hijos, de los videojuegos que ocupan su ocio, etc.

Por otro lado, la repercusión que dan los medios al tipo de casos como el que nos ocupa, es del todo desorbitada y el tratamiento incorrecto desde la raíz. No es admisible desde nuestro punto de vista la emisión de los vídeos que el homicida grabó entre sangría y sangría en exclusiva por la NBC, emisión que han secundado otras muchas televisiones. No pensamos que sea positivo este tratamiento, esa forma de darle importancia y protagonismo a seres tan deleznables como el que ha cometido este atroz asesinato múltiple. Si es información necesaria o no, no vamos a juzgarlo nosotros. Pero desde luego es indignante el tratamiento de las imágenes como si de una colección por fascículos se tratara.



Como conclusión, diremos que la violencia en los medios se trata de manera totalmente inadecuada y repugnante en ocasiones. No obstante, tampoco pensamos que sea la causa de este tipo de sucesos, es decir, no por ver series de contenido violento o jugar a videojuegos que incluyen la violencia la gente sale con un arma y mata a treinta personas. Pensamos que es necesario que previamente esa persona tenga algún tipo de trastorno que le venga de antes. Sin embargo, todo esto puede colaborar a una espantosa sociedad donde la violencia tenga cabida. Cabida que por otro lado se le da cuando desde los medios se dota a estos personajes de la condición de importantes, y adquieren el protagonismo que de alguna manera buscaban.