lunes, 14 de mayo de 2007

¡'Papá' quiero ser artista!


Los niños prodigio existen desde mucho antes que nosotros (los componentes de medios musicales) hubiésemos nacido. Crecimos viendo las películas de Marisol, aquélla niña rubia de ojos azules que nos hizo cantar a todos ‘la vida es una tómbola, tom- tom- tómbola’. ¿Y quién no recuerda a Joselito y a los doce cascabeles de su caballo? Y así podemos nombrar a infinidad de niños que a muy temprana edad se convirtieron en artistas.
Hoy, hemos cambiado los cascabeles de Joselito por los pompones de María Figueroa, esa pequeña malagueña de cuatro años (¿o ya son cinco o seis años?) que se desenvuelve en el plató de Juan y Medio como ‘Pedro por su casa’.
Hace pocos días encontramos a la María Figueroa de Rumanía, se llama Cleopatra Stratan y tiene tan sólo cuatro añitos, aunque lleva desde los tres destacando en el mundo del artisteo y la parafernalia, gracias al impulso de su padre, rockero conocido en su país.

El fenómeno ‘Cleopatra’ supera con creces a cualquiera de los niños prodigio que poseemos en nuestro actual panorama musical. Esta pequeña rumana ha conseguido llevar su canción ‘Ghita’ al primer puesto de las listas de ventas de su país, y además de ser la niña más pequeña en grabar un disco, ha ganado tres premios MTV Rumanía, el de mejor canción, mejor álbum, y el de artista revelación. Todo un récord en el panorama musical, así como un fenómeno que ha movilizado a millones de seguidores a través de la publicación de su videoclip en Youtube. Éste ha sido visto por más de millón y medio de internautas de todo el mundo, y su disco supera las 250.000 copias en Rumanía. La máquina de hacer dinero no tiene freno ninguno, Cleopatra cobra 1.000 euros por cada canción que canta en un concierto, cuando el salario medio de su país ronda los 300 euros, ¡que se dice pronto!

A raíz de la aparición de la pequeña Cleopatra, varias reflexiones nos rondan en la cabeza. Queremos plantear distintos puntos de vista sobre el fenómeno de ‘los niños artistas’ y la cabida que dan los medios musicales a éstos.
Por un lado, apoyamos el hecho de que los niños dediquen parte de su tiempo a la música, que graben discos y videoclips, e incluso que aparezcan en televisión, siempre y cuando sea en programas con contenido infantil o dirigido a un público joven, y mientras que esta faceta no se convierta en explotación comercial por parte de los padres. Lo más importante es que al niño en cuestión le guste lo que está haciendo y que no se sienta ni presionado ni obligado. Y si además se le inculca que tiene que compaginar su faceta artística con su formación académica, así como vivir una infancia ‘normal’, estamos de acuerdo con la aparición de los ‘niños artistas’.
Bien es cierto que en el momento en el que un niño se convierte en cantante y por consiguiente en fenómeno mediático, los medios son los primeros en intentar lucrarse y beneficiarse de ésto. No queremos entrar a juzgar moralmente este punto, puesto que somos conscientes de que nos encontramos en una sociedad en la que el dinero lo mueve todo. Mientras que los medios musicales respeten la infancia del niño, y se le promocione sin sobrepasar ciertos límites, no nos parece desorbitado que los medios apoyen a estos pequeños cantantes.

Y por otro lado, con la aparición de estos niños artistas nos planteamos hasta qué punto lo que prima en los medios es la música ‘espectáculo y entretenimiento’ por encima de la calidad musical y artística (en su sentido estricto). ¿Acaso con tan sólo cuatro años puede tener la pequeña Cleopatra las cualidades musicales desarrolladas? Con tres años grabó un disco íntegro suyo, cuando hay niños que con esa edad aún no tienen ni siquiera bien desarrollado el lenguaje. “¡Pompón, pompón, yo tengo mi pompón!”; así nos venden la imagen de una niña de cinco años cuyo vestuario está acompañado de llamativos pompones rosas a modo de coletero, de pendientes, de anillo, etc., y llega un punto en el que tenemos a la niña del pompón hasta en la sopa. La música pierde en calidad y gana en entretenimiento y ‘arte’ (en el sentido de ‘humor’ y espectáculo). La responsabilidad de este fenómeno no corresponde por completo a los medios de comunicación, ya que somos nosotros los que consumimos este tipo de música, comprando los discos de estos niños, y visualizando sus videoclips por Internet.

Finalmente, para concluir nos preguntamos ¿qué razón nos lleva a este tipo de consumo musical? La respuesta es: el entretenimiento y la ‘gracia’ que nos hace ver a un pequeño de cuatro años, la edad graciosa por excelencia, cantando, bailando, y creando espectáculo gracias a su desparpajo y a la parafernalia que le rodea. Los espectadores somos los primeros en fomentar este movimiento musical, y después, son los medios de comunicación los encargados de la explotación y promoción, en muchas ocasiones exagerada y rallante, de estos jóvenes cantantes, a los que, además, se les paga cantidades desorbitadas de dinero que no están compensadas por su condición de niños. Al fin y al cabo, para estos pequeños el mundo de la música no deja de ser un juego divertido en el que cantan, bailan y disfrutan mientras todos les reímos la gracia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

saben yo ando buscando imagenes de medios musicales y no las encuentro por ningun lado ayudenme

Anónimo dijo...

saben yo ando buscando imagenes de medios musicales y no las encuentro por ningun lado ayudenme por fabor no se les debe hacer complicado